Introducción
Hay una forma de cansancio que no se ve. No se expresa con lágrimas ni con palabras. Es un agotamiento que te lleva a rendirte incluso antes de intentarlo. Lo intentaste tantas veces que ya no esperas nada. Y eso no es pereza, ni apatía: es indefensión aprendida.
Este fenómeno psicológico, lejos de ser una simple actitud, está profundamente relacionado con el desarrollo de trastornos del estado de ánimo como la depresión. Comprender cómo se entrelazan la indefensión y la tristeza crónica no sólo ayuda a nombrar lo que sientes, sino también a vislumbrar un camino de salida.
¿Qué es la indefensión aprendida?
El término “indefensión aprendida” fue introducido por el psicólogo Martin Seligman en los años 70, tras una serie de estudios en los que se observó cómo ciertos animales, tras recibir estímulos dolorosos incontrolables, dejaban de intentar evitarlos, incluso cuando la salida estaba disponible. Es decir, aprendían a rendirse.
En humanos, la indefensión aprendida se desarrolla cuando una persona vive repetidamente situaciones en las que siente que no tiene control. Puede originarse en la infancia, en relaciones de pareja, en experiencias laborales o incluso en contextos sociales o económicos adversos. Con el tiempo, esa sensación de impotencia se convierte en una creencia: “No importa lo que haga, nada cambiará”.
Este estado no es una elección. Es un aprendizaje emocional profundamente arraigado, donde la persona interioriza que su esfuerzo no tiene valor ni efecto. Como consecuencia, deja de actuar, de pedir ayuda o de buscar soluciones, no por falta de interés, sino por pura desesperanza.

¿Cómo se transforma en depresión?
La relación entre indefensión aprendida y depresión es tan fuerte que muchos especialistas la consideran un componente clave en la aparición del trastorno depresivo.
Cuando una persona pierde la sensación de control sobre su vida, y esto se sostiene en el tiempo, el desgaste emocional se vuelve abrumador. Aparecen pensamientos como:
- “Nada va a cambiar”
- “No sirve de nada que lo intente”
- “Siempre fracaso”
- “Estoy solo/a y no hay salida”
Este diálogo interno, repetido y reforzado por experiencias pasadas, va debilitando el sentido de valía personal. Poco a poco, la energía vital disminuye, las emociones se apagan, y la persona cae en una especie de niebla emocional que le impide ver salidas o sentir esperanza.
Este es el terreno fértil en el que la depresión echa raíces. No se trata solo de tristeza, sino de una desconexión profunda con el deseo, la motivación y el sentido de vivir.
Síntomas que comparten la indefensión aprendida y la depresión
Ambos estados comparten una serie de síntomas que pueden confundirse, pero que se potencian mutuamente:
- Desmotivación persistente
- Sentimientos de impotencia o inutilidad
- Pensamientos negativos repetitivos
- Aislamiento emocional y social
- Dificultad para tomar decisiones
- Pérdida de interés en actividades cotidianas
Una persona con indefensión aprendida puede parecer “normal” en su día a día, pero por dentro lleva años funcionando desde la desconexión, el agotamiento y la resignación.
¿Por qué este estado pasa desapercibido durante tanto tiempo?
Porque se camufla. Porque vivimos en una cultura que valida la productividad y minimiza el malestar emocional. Porque es más fácil etiquetar a alguien como “flojo” o “pesimista” que preguntarse qué ha vivido para sentir que nada tiene sentido.
Muchas personas que viven con indefensión aprendida han aprendido también a no pedir ayuda, a no molestar, a no esperar nada. Y eso las deja atrapadas en un círculo que refuerza el silencio, la soledad y el dolor.
¿Qué consecuencias puede tener si no se aborda?
Cuando la indefensión aprendida no se reconoce ni se trata, puede cronificarse en forma de:
- Depresión mayor o distimia
- Baja autoestima crónica
- Relaciones disfuncionales
- Ansiedad o trastornos psicosomáticos
- Parálisis emocional ante decisiones importantes
El riesgo más grave es que la persona pierda completamente el vínculo con su capacidad de cambiar, elegir o desear, lo que agrava aún más el cuadro depresivo.

¿Cómo se rompe este ciclo de indefensión y depresión?
No hay fórmulas mágicas, pero sí procesos que funcionan.
Romper con la indefensión aprendida implica reconstruir, poco a poco, el vínculo entre acción y resultado. Volver a comprobar, desde la experiencia, que sí puedes cambiar cosas. Que tu voz importa. Que hay decisiones pequeñas que hacen diferencia.
Este proceso requiere:
- Identificar las creencias centrales negativas (“soy inútil”, “todo saldrá mal”)
- Generar experiencias de éxito y validación
- Trabajar el autocuidado y la autoescucha
- Reconectar con el deseo y el propósito
¿Cómo se aborda la indefensión aprendida en terapia psicológica?
La terapia psicológica ofrece un espacio seguro para revisar todo aquello que fue aprendido en momentos de dolor. No para invalidarlo, sino para resignificarlo.
Un abordaje terapéutico adecuado busca:
- Explorar la historia emocional del paciente para identificar el origen de la indefensión.
- Validar el sufrimiento, sin juzgar ni acelerar procesos.
- Transformar las creencias limitantes que sostienen la visión de incapacidad o fracaso.
- Acompañar en la toma de decisiones, devolviendo poco a poco el control sobre la vida.
Los enfoques más efectivos suelen ser:
- Terapia cognitivo-conductual, para modificar pensamientos automáticos.
- Terapias centradas en la persona, para sanar desde la empatía y la aceptación.
- EMDR o terapias de trauma, si hay heridas profundas no resueltas.
En contextos como Granada, acudir a terapia no es sólo buscar una solución, sino permitirse ser escuchado/a de verdad y encontrar un acompañamiento humano en medio del dolor.
Preguntas frecuentes
¿La indefensión aprendida siempre lleva a depresión?
No siempre, pero sí aumenta significativamente el riesgo, especialmente si se prolonga en el tiempo sin abordaje.
¿Cómo saber si estoy experimentando indefensión aprendida?
Si te encuentras renunciando antes de intentarlo, sintiendo que nada cambiará o que nada depende de ti, puede haber señales claras.
¿Se puede salir sin ayuda?
Es posible, pero complejo. Contar con un espacio terapéutico facilita y acelera el proceso de recuperación.
¿Cuánto tiempo dura el proceso de recuperación?
Depende del caso, pero en general, una vez que se empieza a trabajar el proceso con consciencia, la mejoría suele ser progresiva y sostenida.
Conclusión
Quizás llevas mucho tiempo sintiendo que todo da igual. Que no importa lo que hagas. Que nada cambia.
Pero esa no es tu verdad profunda: es un estado que has aprendido para sobrevivir.
Y todo lo que se aprende, puede desaprenderse.
Todavía estás a tiempo de volver a intentarlo. Esta vez, con compañía.


